Posteriormente, Marcelo López Alfonsín puntualizó que el pensar que la Constitución sirve para defender derechos, que es la garantía de los derechos fundamentales y que el principio de división de poderes hace a la existencia de una Constitución es un presupuesto ideológico muy fuerte. No cabe ninguna duda para López Alfonsín que uno de los objetivos no cumplidos de la reforma de 1994 fue la atenuación del presidencialismo y la acentuación del federalismo. Sostuvo que limitándose sólo a la lectura del nuevo texto constitucional nos encontramos que el presidencialismo pareciera haberse visto debilitado en comparación a su versión anterior.
Pero agregó hacer una Constitución escrita era lo de menos, era lo que menos prisa corría, una Constitución escrita en caso de apuro se hace en 24 horas, pero con hacerla nada se consigue si es prematura. Desplazar los factores reales y efectivos de poder dentro del país, inmiscuirse en el Poder Ejecutivo, inmiscuirse en él tanto que de tal modo pueda lograse incapacitarlo para que nunca más pueda mostrarse como soberano ante la Nación, era lo que urgía antes de lanzarse sobre la reforma del texto constitucional. Si tan solo modificamos la letra constitucional, los cambios que deseamos en el sistema inevitablemente quedarán truncos.